jueves, 29 de abril de 2010

NO TIENE LA MENOR IMPORTANCIA


Foto: Gerardo González Guzmán

“No tiene la menor importancia”, me dijo, mientras acariciaba su blanca barba, en señal de autoridad o quizá buscando en sus pensamientos un recuerdo, una historia, una anécdota que le hiciera revertir su sentencia, simplemente reflexionaba, guardamos silencio, de esos que se tornan incómodos en una conversación que recién comenzaba.

Hoy a sus 73 años Don Gorgonio de la Calera, quien ha vivido como un científico reconocido por su gremio, experto en su materia, psicólogo graduado de varias universidades y acreedor a un sin número de galardones de nivel internacional, se encontraba discutiendo con un estudiante sobre la felicidad.

No mal gaste su vida en la búsqueda de la felicidad, eso, repitió, no tiene la menor importancia, yo he intentado todos los métodos, he explorado el mundo de la literatura intentando hallarla, como usted, me he entrevistado con miles de eruditos urgiendo una guía para llegar a ella, en fin he desperdiciado mi vida, que está por acabar, buscándola.

Quedé impactado por su aseveración, casi fulminado, debo decir. Nunca esperé que Don Gorgonio, un hombre laboralmente exitoso, económicamente solvente, familiarmente funcional, de mirada amable, rostro alegre, quién siempre tiene una palabra de aliento y esperanza, a quién todos recurren cuando tienen un conflicto y reciben a cambio una sonrisa, un consejo, un hombro de apoyo y una palmada, me diga ahora que la búsqueda de la felicidad no tiene la menor importancia.

Seguramente leyó en mi cara el desconcierto, la desesperanza y el desagrado, había acudido a él con la certeza de descubrir el camino a la felicidad. En ese momento sentí que había elegido un tema imposible para mi disertación doctoral. ¿Cómo era posible que yo viniera a intentar descubrir el hilo negro tras miles de años de infructuosa búsqueda?, ¿Cómo se me había ocurrido querer descifrar el misterio en una charla informal con alguien que me dice ahora que no tiene la menor importancia?. Estaba abatido.

Interrumpió mis pensamientos, apretando con su mano mi hombro, ni siquiera había notado cuando abandonó su silla para colocarse justo frente a mi, a no más de un metro de distancia.

Ese apretón me llenó de esperanza, sentí tranquilidad, preveía que la conversación no había terminado como hace un momento casi me atrevía a declarar.

Tranquilo muchacho, me dijo, permítame explicar por que estoy seguro que la búsqueda de la felicidad no tiene la menor importancia.

“Mi vida la he vivido yo”, comenzó.

No rompí en carcajadas por respeto a su jerarquía científica y a su edad pero inmediatamente pensé este hombre esta loco de remate, yo también he vivido mi vida yo y cada quien ha vivido la suya. Cerré y guardé mi cuaderno de notas, no valía la pena seguir escuchando, mira que decirme “Mi vida la he vivido yo” como parte de una conversación seria sobre la felicidad, seguramente me estaba tomando el pelo.

Nunca he permitido a nadie que tome decisiones de mi vida por mi, continuó como si no se hubiera percatado de mi ademán de abandonar su despacho; la elección de carrera, de pareja, de empresa, de materias de estudio, de aficiones, de música, de estilo de vida, todas las he hecho yo, es cierto, influenciado por otros, por su ejemplo, su labor y enseñanza, pero al final yo he decidido que hacer, como hacer y cuando hacer.

Me enorgullece decir, por ejemplo que nunca en mi vida he trabajado. Trabajar es una palabra que inmediatamente evoca pesadez, hartazgo, cansancio; yo solamente he hecho lo que más he disfrutado eso, insisto, no es trabajar. Me he divertido siempre y además obtengo recursos.

No he autorizado la modificación de mis sentimientos, a nadie le he dado el poder de hacerme enojar, de hacerme sentir triste, siento lo que quiero sentir y busco siempre sentirme bien.

Ayudo y colaboro desinteresadamente con todo aquel que se acerca buscando una palmada, un apoyo, un consejo, una mano que desarrolle una idea, una escucha, siempre y solamente en la medida de mis posibilidades, rebasar mis posibilidades sería insensato.

Busco siempre dejar las cosas y los lugares mejor de cómo los encontré, las más de las veces solo hace falta una palabra amable para lograrlo o probablemente solo me agache para recoger algún papel tirado en la acera.

Pero lo más importante de todo es que me declaro un provocador de sonrisas. Resulta tan fácil cambiarle el semblante a cualquiera con una palabra amable, otra quizá inesperada, un cumplido, un chiste, un ademán y siempre, esto es una ley, cuando provoco una sonrisa recibo a cambio miles para mi.

Siempre he dicho, concluyó Don Gorgonio, que la búsqueda de la felicidad no tiene la menor importancia dado que solamente podrás encontrarla cuando tú la provoques, cuando la dejes salir de tu interior, cuando te atrevas a verla.

Ella, la felicidad, siempre estará ahí esperando hasta que tú te atrevas a disfrutarla.

No pude decir más, abracé al viejo con lágrimas en los ojos y hoy sigo buscando en mi interior, no la felicidad sino un nuevo tema para mi disertación doctoral.

"Verás que la felicidad se expande, la sonrisa se vuelve pandémica y la vida se hace mejor."

Un abrazo
Gerardo González Guzmán